- GRANDES LIBROS-
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER, Rimas y leyendas (1868)

Aquí os dejamos dos poemas que hemos elegido especialmente para vuestro deleite y que son sin lugar a duda droga para el alma. Esperemos que disfrutéis de la maravillosa magia de Bécquer.
RIMA XXIII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!
RIMA XXVII
Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
“¡Duerme!”
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
“¡Duerme!”
Despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
“¡Duerme!”
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
“¡Duerme!”
Despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
“¡Duerme!”
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
“¡Duerme!”
Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne.
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
“¡Duerme!”
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
“¡Duerme!”
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